21 Mar Apenas un delincuente: Buenos Aires sin escapatoria
A 70 años de su estreno
Hugo Fregonese: “Tenía ganas de hacer una historia muy bonaerense con un porteño típico. El personaje debía servir como pretexto para dibujar esta ciudad que produce gente tan particular.
El protagonista era en realidad una ciudad: Buenos Aires. Pero había que transmitirla a través del personaje. Ese personaje era el porteño de Corrientes y Esmeralda. El tipo que gana poco, se gasta todo en ropa y quiere dar el batacazo. Chas de Cruz me habló de Jorge, yo lo vi, le vi la pinta de porteño atildado, con ansias de dar el salto. Me gustó su voz, lo encontré expresivo. Salcedo era ese personaje; el personaje estaba hecho a la medida para él.”
En La opinión cultural, Domingo 21 de abril de 1974.
El guion de Apenas un delincuente forma parte del acervo de nuestro museo. Es uno de los grandes aciertos de esta película de 1949 dirigida por Hugo Fregonese, la primera argentina en ser invitada a participar en la Bienal de Venecia. Excepcional búsqueda de realismo de este Film noir criollo, con fotografía y filmación dirigida a espacios naturales y exteriores. El guion recupera las virtudes del mejor cine argentino del inicio del sonoro al enfocarse en la acción, tener un estilo económico, ágil y, sobre todo, mantenerse fiel al modo de hablar contemporáneo de los porteños, con expresiones no artificiosas que podían escucharse tanto en el centro como en el barrio. Escrito durante 1948, con una portada y cien páginas, llama la atención la reiterada indicación de la técnica de sobreimpresión como encadenamiento entre escenas. El film fue rescatado y restaurado gracias a la colaboración de nuestro Museo con otras entidades.
Amigos
Escribió un particular grupo de amigos que se reunían después del trabajo y trasnochaban componiendo la historia a partir de dos noticias policiales con impacto popular: la famosa fuga de anarquistas de una prisión en Uruguay en la década del ‘30 y la estafa perpetrada por “un tipo apocado, tímido, correcto, que pertenecía a una familia respetable”, como describió H. Fregonese (1908-1987) en el mismo medio ya citado al comienzo. Los amigos eran Israel Chas de Cruz, Hugo Fregonese, Raimundo Calcagno, Tulio Demicheli y José Ramón Luna. Bajo aquel quinteto el hombre tímido pasó a tener las ansias de aventura de un porteño trasnochador típico de la época. En el guion el protagonista es Enrique Morand, en la película quedó como José Morán.
Dice Calki (Raimundo Calcagno) en la misma fuente citada: “-Bueno, el público se acuerda poco de los libretistas. Económicamente no nos reportó mucho. Pero en cambio yo disfrutaba del trabajo como un loco. Me dediqué con pasión. Salía del diario a las dos de la mañana y me iba a lo de Hugo. Allá trabajábamos hasta las cinco o las seis. Por supuesto este ritmo de trabajo me trajo problemas.”
El diario del que salía Calki (1906-1982) a las dos de la mañana era el legendario El Mundo, donde trabajó y tuvo trato personal con más de una figura de nuestra cultura, por ejemplo Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo o Enrique González Tuñón. La inquietud lúcida de Calki –periodista, escritor, crítico de cine, autor de la novela El límite y otros guiones como La intimidad de los parques– es característica de todo el grupo de aquellos que participaron en el guion (es de destacar que tanto unos como otros no sólo trabajaron en Argentina sino que se desarrollaron a nivel internacional). Chas de Cruz, periodista, crítico de cine, fue también el fundador de El Heraldo. Tulio Demicheli (Armando Bartolomé Demicheli) fue un prolífico guionista y director de cine. José Ramón Luna, también conocido como «Churrinche», escribió poesías, canciones, guiones y también fue director de cine. Ya detallaremos más sobre el director Hugo Fregonese pero es interesante señalar que era mendocino; Demicheli y Luna, tucumanos. Tal vez allí tenemos una pista sobre la fascinación con la metrópolis. La marca de Calki, porteño, jugando a escribir como local el tono de la urbe, es notoria en el ritmo y modo espontáneo de los diálogos.
¡A un festival internacional sin subtítulos!
Es el mismo y apasionado Calki quien en el Festival de Venecia de 1949 tuvo una sorpresa desagradable que relata en la misma nota. Hablando sobre el poco costo de la película para la productora Interamericana dice: “-No sé, sé que era un regalo. Con escenarios naturales. No se fabricó una escenografía. Unos meses después, en el festival de Venecia del ’49, me reencontré con la película. Estaba Roland conmigo. Ambos encantados, porque considerábamos que no haría mal papel. Pero he aquí que la habían mandado sin subtítulos. ¡A un festival internacional sin subtítulos! Era de locos. Nos pusimos de acuerdo e hicimos una reseña para enterar a la gente de qué se trataba. Pero la gente igual quedó en ayunas. No tenía publicidad, folletos explicativos, nada.”
Para todos los lectores aclaramos que “Roland” era Andrés José Rolando Fustiñana (1915-1999), crítico y especialista en cine, historiador y primer Director del Museo del Cine.
35 veces SOBREIMPRESION
En cuanto a la técnica de la sobreimpresión, tan recurrente en el guion coescrito, se sabe que indica impresionar dos veces el mismo fragmento de film registrando cada vez imágenes diferentes que adquieren significado con la superposición. Es un encadenamiento o sucesión distinta del corte limpio. En este caso el encadenado resulta de la superposición de dos imágenes, donde una va tomando más importancia visual respecto a la otra. Cuando ambos planos tienen la misma presencia en pantalla se le denomina sobreimpresión. Puede denotar un significado referido a una elipsis temporal o espacial; se trata de una transición más larga, pero nunca tanto como el fundido. Hay una sola indicación de esfumatura, contra las treinta y cinco veces de la sobreimpresión.
La relación entre ciudad y delito es notable en el film y su guion. Una de las conexiones entre el modo de vida urbano y la posible anomia entre y de sus habitantes se encuentra en la cuestión del tiempo. En la ciudad se quiere llegar pronto a no se sabe qué, pero pronto. Los traslados y los viajes interurbanos son visibles: los colectivos, los trenes, los autos parecen enfatizar una ansiedad creciente que moldea un tipo urbano de vida, un tipo urbano de persona. Querer aparentar más ante miradas que ya no son familiares sino los desconocidos que nos rodean y correr o ser corridos continuamente por los horarios y las obligaciones. Por otra parte, el ocio, de tipo nocturno en José Morán, tiene más de un costo, quita horas de descanso y compite con el trabajo en pedir energías al cuerpo, por otra parte, al suponer un gasto –tanto en sexo como en timba- también compite con las deudas familiares; a esto se suma que los acreedores de este ámbito nocturno parecen ser más “duros” en sus reclamos. La ciudad es vertiginosa, peligrosa y plena de tentaciones.
Hay otra alusión directa al tiempo. Es en la cárcel, marcando diariamente un calendario que va a terminar destruyendo, donde José Morán comienza a vislumbrar que ese plan de cumplir seis años en prisión para darse la gran vida después es una completa insensatez. Que los tiempos de encierro no son iguales a ningún otro (de hecho, el hombre real, tímido, apocado, protagonista de la estafa publicada en los policiales de aquella época, murió tuberculoso en la cárcel, antes de poder tocar un solo peso).
Hay un quiebre, un desfasaje que se evidencia en el sentir del protagonista, entre las condiciones de vida -la disciplina laboral y las responsabilidades familiares y sociales- y los deseos (que no son sólo personales, sino que la misma ciudad acicatea, exacerba).
Tal vez esta doble vida (pueden sospecharse más de dos) y sus tiempos, es aquello que intuimos en cada una de las personas con las cuales cohabitamos Buenos Aires. Y tal vez esta complejidad tenga su representación en las sobreimpresiones recurrentes del guion. El mismo fragmento (el mismo cuerpo) se impresiona dos veces con imágenes distintas. Un cuerpo con dos informaciones superpuestas, coexistentes.
Las indicaciones de sobreimpresión, a pesar de estar en un trabajo colectivo, pueden sospecharse como decisiones del director. Hugo Fregonse no sólo trabajó en nuestro país, también desarrolló su carrera en Hollywood y Europa; incluso su primera esposa fue estadounidense: la actriz Faith Domerge. Entre los actores que dirigió estuvieron estrellas de su época, como Robert Taylor, Gary Cooper, Jack Palance o Joan Fontaine. Su primera película fue Pampa bárbara, codirigida junto a Lucas Demare.
Museo al rescate
Los negativos de esta producción independiente se habían perdido hace décadas por lo que sólo era posible verla en copias de calidad regular. El Museo, junto con INCAA y Filmoteca Buenos Aires, colaboraron en su restauración. La película se pudo ver en 2015 en una copia en 35 mm en el Festival de Venecia y en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI).
Por supuesto esta vez la película llegó en condiciones y subtitulada.