Ciclo de charlas María Luisa Bemberg: Yo la peor de todas x María Alché y Julia Kratje

Ciclo de charlas María Luisa Bemberg: Yo la peor de todas x María Alché y Julia Kratje

Acompañando la muestra dedicada a María Luisa Bemberg, este sábado 13 a las 18 hs inauguramos un ciclo de charlas con directoras de cine argentinas para repasar su filmografía. Las primeras invitadas a este ciclo son María Alché, directora de Familia Sumergida (2018) y parte del elenco de múltiples películas, entre ellas la emblemática La niña santa (Lucrecia Martel, 2004) y Julia Kratje, docente, investigadora y co-autora de El asombro y la audacia. El cine de María Luisa Bemberg.

A continuación presentamos un texto escrito por Julia para nuestro proyecto en desarrollo Catálogo 50×50, una publicacion con 50 objetos destacados de nuestras colecciones acompañados por 50 textos producidos por artistas y profesionales relacionados con el cine. El texto que les presentamos está dedicado al vestido usado por Susú Pecoraro en la película Camila.

 

Un vestido y un amor

por Julia Kratje

 

“Está empezando a hacer frío, ¿no?”. “Sí, ya pasó el verano”, contesta Ladislao sin retirar la vista del sagrado libro. Camila deja lo que estaba cosiendo para levantarse a cerrar la ventana. Una llama enciende la habitación de la casa que eligieron para refugiarse de la persecución familiar, política y eclesiástica. El ambiente mezcla dorados y ocres, pigmentos amarillos y rojos que arrastran el polvo de la tierra o el misterio de la atracción carnal. Apenas roza su espalda, él la voltea, se pega a su pecho, se besan, le desabrocha los botones de la blusa y empieza a acariciarla por debajo de la pollera. La humedad de la noche se impregna, a lo lejos, de un canto litúrgico. Recostada sobre la tela de flores que enseñan un diseño femenino, delicado y hogareño, Camila se retuerce de placer como si esperara una fatalidad o un llamado del cielo. Pronto deberá afrontar “el instante supremo”, según reza la fórmula del cura que le envían a la celda para que confiese los pecados antes de su fusilamiento. “¡Tengo vida dentro de mí! ¡Póngala a salvo, por lo que más quiera!”, suplica a gritos. 

“Se me ocurrió proponerle a Imanol Arias que, en la escena en la que él ve la procesión y se da cuenta de que deja a Dios atrás y está triste, al entrar al ranchito me rompiera la camisa y me besara las tetas. Y de ahí –le digo a Imanol– me llevás arriba de la mesa y, sobre el vestido que voy a usar la noche famosa en que nos atrapan, hacemos el amor. Imanol y yo habíamos visto juntos dos películas maravillosas: una, con Jack Nicholson y Jessica Lange, que era de una pasión tremenda, El cartero llama dos veces; la otra, con Meryl Streep, La amante del teniente francés, que tenía esa cosa de la huida y del misterio atrapante. Yo sabía que lo podíamos hacer, y que a María Luisa, cuando lo viera, le iba a gustar”, relató Susú Pecoraro cuando la entrevistamos.* En efecto, hay algo del destape y de la transgresión sexual −que contribuyeron a despabilar y conmover las fibras sensibles pasada la dictadura cívico-militar− que se refracta en el vestido. Tal vez sean los anacronismos que acarrea: la frescura del estampado Liberty en contraste con los pomposos trajes que Camila usaba antes de su nueva vida, la sencillez de las puntillas que dan rienda suelta al aire campesino, la tenue sensualidad del corte que resalta el busto y la cintura, al margen de imposturas y encorsetamientos.

No debe haber sido nada fácil rodar las secuencias que muestran el despliegue del erotismo a uno y otro lado de la pantalla. Pese a que el momento histórico resultara extremadamente complicado para contar con un esquema de producción de cine a gran escala una historia de amor situada en el siglo XIX desde un enfoque feminista, a la hora de rodar Camila estuvieron dispuestas a todo. La directora María Luisa Bemberg, la productora Lita Stantic, la actriz Susú Pecoraro, la vestuarista Graciela Galán y la encargada de la ambientación Esmeralda Almonacid se embarcaron en la recreación de un melodrama que desobedecía abiertamente los pacatos mandatos patriarcales. Ninguna quería caer en el envarado estilo de las películas argentinas de época, tan viriles y acartonadas. 

Por cierto, el film remite a los tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Camila O’Gorman se enamora del sacerdote Ladislao Gutiérrez, con quien mantiene un romance secreto hasta que emprenden la huida; al año, son delatados, y el propio padre de Camila acude al “Restaurador de las Leyes” para pedir la sanción de los amantes. El drama desencadena un llanto sin consuelo: por más que se pretendiera aliviar o alivianar la muerte descarnada e injusta que provoca el disparo en el centro del vientre de Camila, sea mediante la repetición de la célebre frase pronunciada por Ladislao, sea mediante la música cristalina que elide las disonancias, la imagen de la sangre es imborrable. Así, la mirada feminista en su potencia disruptiva sacude la fijeza de la figura femenina que, en las ficciones de los 80, se definía de manera esencialista: esposa, amante, madre patria, siempre subordinada al héroe y confinada al espacio doméstico. Avant la lettre, el vestido de Camila atesora la fuerza de insubordinación. 

Diseño Graciela Galán – 1984

Donación María Luisa Bemberg

 

* Julia Kratje y Marcela Visconti (compiladoras), El asombro y la audacia. El cine de María Luisa Bemberg, INCAA, Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Buenos Aires, 2020, p. 128.