Santiago y el legado de su padre, Mario Grasso.

Santiago y el legado de su padre, Mario Grasso.

Santiago Grasso nos cuenta sobre la donación del archivo audiovisual de su padre, Mario Grasso (1939-1999), quien amó y difundió el cine en diversos ámbitos. El reconocimiento e influencia de Grasso creció al conducir en televisión La aventura del hombre donde popularizó el género documental.

Desde las experiencias de niñez, como su paso por la Universidad Nacional del Litoral*, la co-conducción en el programa Cine Club Infantil** y su búsqueda ya personal de producciones audiovisuales que presentó a lo largo de toda su vida, Grasso quedó signado por el cine.
La donación consta de 120 rollos en formatos de Super-8 y 16 mm donde abundan títulos del cine mudo y comienzos del sonoro. En la Cineteca de nuestro Museo las donaciones son trabajadas de tal modo que, al recibir el material, se generan las actas y documentos necesarios, se otorga número de inventario y se procede a revisar y catalogar. Luego se precisa el estado en el que se encuentra y se realiza el trabajo de reparación, si es necesario. Eventualmente se digitaliza para su acceso público.

– ¿De qué trata la donación?

– Es algo que quedó del trabajo de mi papá. Que usó para difusión en diferentes espacios culturales, muchas veces para chicos. No recuerdo tanto porque yo mismo era chico. Estoy hablando de fines de los setenta y principios de los ochenta. Me acuerdo por ejemplo de un lugar de San Telmo que no sé bien cuál era, pero que a veces me llevaba ahí. Y bueno, proyectaba películas, a veces algún documental, y aportaba sus comentarios; en escuelas, centros culturales… Me acuerdo un día que comenzó a traer cosas a casa, porque primero era material prestado y después empezó a comprar. Sé que le daba gusto hacer las proyecciones, las funciones, pero no sé si también había algo del afán de colección. No recuerdo un criterio como “yo colecciono esto”. Aunque había mucho de cine mudo, de comedia de cine mudo, porque a mi papá le encantaba.

– ¿Por qué esa inclinación por el cine mudo?

– No sé. Cuando mi papá nació el cine ya era sonoro. Él nació en el 38 en un pueblo chiquito de Córdoba, en Pozo del Molle, siempre vio mucho cine de chico y después estudió cine en la escuela de Birri, pero no terminó. Ahí es donde se inicia su interés por el documental. No sé cuándo nació esa predilección por el cine mudo ni porqué. Sé que una de las últimas cosas que hizo fue un espectáculo basado en películas de Laurel y Hardy con música del pianista Manuel Fraga en vivo, en el Complejo La Plaza. Y yo creo que fue uno de los proyectos más personales de él, lo pienso porque lo ayudé en eso, participé. Mi papá llegó a tener un montón de material de ese dúo en VHS que fue comprando en viajes y algo en fílmico, en Super 8.

 


– ¿Te alentó a vos para estudiar cine?

– Sí; estudié cine, ahora doy clases y soy jefe de trabajos prácticos de la materia “Montaje I” de la carrera Diseño de Imagen y Sonido en la FADU, en la cátedra de Bornia. Es algo que disfruto mucho porque me saca del trabajo rutinario de oficina y me conecta con otra cosa. De chiquito me entusiasmé con el dibujo y la historieta, pero iba mucho al cine. Después vino la época de los videos, del VHS, así que vi mucho en casa y ahora sigo viendo en casa porque tengo dos hijos muy chicos y salgo poco. Pero como de chico me gustó dibujar lo que hice primero fue Diseño Gráfico y después de ver que algo no me cerraba y hablar con mi viejo me vine de La Plata a estudiar cine.

– El cine parece siempre asociado a la libertad, la creación, la imaginación; es difícil ligarlo a la rutina de las relaciones laborales, de subordinación, obediencia… Tu papá trabajó en televisión en una época difícil, bajo la dictadura. ¿Recordás algo sobre esa cuestión?

– Sí, él tuvo mucho éxito con el programa de difusión de documentales. Recuerdo que al poco tiempo de comenzar en La aventura del hombre surgió la posibilidad de filmar en exteriores documentales propios, pero en la primera salida volvió antes porque tuvo diferencias de criterio con alguien que ocupaba un cargo alto, ligado a las autoridades del canal, que estaba intervenido. La idea era filmar la Cordillera de los Andes y le dijeron que para qué si podían ir a las Sierras de Córdoba, que estaban más cerca. El no estuvo de acuerdo y se volvió. Eso le restó un espacio importante o capacidad de discreción en el programa. Después hizo un título ya de él: Planeta Tierra. Recuerdo que aún antes había comenzado en ese canal 13 con el trabajo de difusión televisiva en Cineclub Infantil, con Víctor Iturralde. Mi papa creo que estaba a cargo de la Filmoteca del canal.

– Volvamos a la donación; vos estudiaste cine ¿qué importancia tiene para vos el acceso, la difusión del cine mudo?

– En cuanto al cine mudo ya te digo que no puedo contestarte qué le pasaba a mi viejo con eso, si era una especie de nostalgia… no sé. Para mí es una manera de contar historias que, sin los recursos del sonido, no perdía potencia. Había un episodio de Laurel y Hardy –que nosotros le decíamos “el del pinito”***- y que me hacía llorar de risa de una manera como pocas veces en mi vida. Maravilloso. Mucho del lenguaje del cine se desarrolló ahí. Ciertos códigos que todavía hoy se mantienen, la acción, la dirección de la mirada, del movimiento. Las tomas, las relaciones del cuadro con los personajes, la cuestión de la fragmentación, que uno interpreta y establece así relaciones entre las imágenes en su secuencia. Ciertos códigos de relato que se empezaron a experimentar y consolidar luego en los espectadores, que los asimilaron. Como si fuera un lenguaje. Hoy sigue estando; con las variaciones de estar dentro ya de la historia del cine, dentro de una tradición. Los espectadores ya están educados dentro de ese lenguaje.

 

 

– Hay ya una memoria.

– Claro, ya se puede romper el código porque los espectadores siguen entendiendo qué sucede. Y en ese sentido creo que subrayaba mi papá el papel fundante de ese período. Hay películas, como Tonto y Retonto que se basan mucho en el gag visual y a mí, por ejemplo, me generan mucha risa. Un modo de hacer reír de muchos de aquellos primeros cómicos.

-Tu papá nunca se decidió a filmar…

– Hicimos un documental para Planeta Tierra que se llamó Aborígenes en la ciudad. Primero se hizo la investigación para rastrear habitantes descendientes de pueblos originarios que vinieron a la ciudad. Fuimos a dos villas, recuerdo que una era en Quilmes, que uno de los entrevistados pertenecía a un linaje de caciques. Personas sumamente amables con las que nos comunicamos muy bien. Fue un rodaje de un par de semanas visitando distintos lugares y me parece que quedó lindo el trabajo. También recuerdo algo insólito, ridículo, porque después de mostrar ese trabajo recibió una carta de amenaza, anónima. Era sorpresivo porque en las entrevistas ninguno había hecho reclamos ni había presentado quejas. Mi papá compartió eso conmigo sin darle importancia. Ese documental creo que está en el Núcleo audiovisual del Centro Cultural General San Martín. También tenía muchas ganas de hacer un documental sobre los circos y todos los espectáculos ambulantes, iba juntando notas en borradores; siempre tuvo esa mirada nostálgica y creo que eso también heredé. Ahora extraño muchas salas de cine que ya no están.

* El Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral fue fundado por Fernando Birri (1924-2017) en 1956.
** Durante tres años en Canal 13, junto a Víctor Iturralde (1927-2004), otro apasionado del cine, especialista en cine de animación, historiador y crítico.
*** Ojo por ojo (Big Bussines, 1929) de James W Horne y Leo McCarey.

FOTOS: Mariana Sapriza

TEXTOS: Pamela Gimena Vázquez

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.